En muchísimas ocasiones durante el desarrollo de un proyecto la indecisión suele venir de visita. Es algo natural para cualquier persona con sensibilidad y una cierta ambición de hacer las cosas bien. A menudo puede ser una simple cuestión de cansancio, pero cuando las dudas se convierten en un problema recurrente que nos impide avanzar conviene tomarse un tiempo para prestar atención, cambiar de perspectiva y tratar de descubrir qué esconde esa sensación.
Lo más importante es entender que aunque existen diversas razones por las que un trabajo puede atascarse, las dudas siempre indican que algún elemento de esa decisión, por pequeña que sea, toca una fibra verdaderamente importante para la persona que está bloqueada.
Sin embargo, los motivos que bloquean las decisiones de manera crónica suelen manifestarse desde un plano inconsciente. Puede tener que ver con la cultura de la empresa en la que trabaja, el estrés crónico, la educación de la persona que tiene que tomar la decisión o, en algunas ocasiones, estar relacionada con una mala planificación en el proceso de desarrollo de ese
El perfeccionismo como respuesta al error
El perfeccionismo es un mecanismo de defensa que se manifiesta como respuesta al miedo a equivocarnos, a no ser “suficientemente buenos” o a que los demás se burlen de nosotros. A menudo este impulso es tan irracional que amplifica la repercusión de los errores y minimiza el valor de los logros que supondría avanzar en el proyecto.
Nos aferramos a la idea de que quizá sea mejor no hacer nada que hacer algo imperfecto. Para escapar de ese estado mental existe una famosa frase en inglés que se atribuye a Sheryl Sandberg y suena como un estribillo repetitivo cada vez que alguien empieza a dudar sistemáticamente de un trabajo: “Better done, than perfect”. Aunque no hay una traducción directa, viene a decir que es mejor acabar algo que dejar que la idea de perfección nos bloquee.
Para justificar este orden de prioridades que valora más acabar un trabajo que dejarlo en barbecho indefinidamente, hay que entender que en el espectro de los logros humanos un trabajo mediocre está infinitamente más cerca de la perfección que uno no publicado. Pero además esta filosofía se basa en la verdad universal de que nadie nace sabiendo. Es la experiencia la que nos permite hacer cada vez mejores trabajos, y cometer errores a nivel práctico es lo más efectivo para aprender, crecer y prosperar en la vida. Si no te permites equivocarte, siempre permanecerás congelado en un limbo en el que nada es realmente posible.
Sobra decir que esta filosofía no debe servir como excusa para dar alas a quienes suelen quedar satisfechos con un trabajo mediocre o descuidado, más bien sirve como píldora relajante para personas que tratan de exigirse a si mismos unos resultados que están muy por encima de las capacidades y recursos de que disponen ellos y su equipo.
A veces solo hace falta una buena razón
En ocasiones la raíz del problema está derivada de la facilidad con la que nos embarcamos en un proyecto sin tener muy claro el por qué. De alguna manera superficial nos autodiagnosticamos soluciones o necesidades que poco tienen que ver con su capacidad de resolver nuestros problemas. O peor aún, emprendemos proyectos sin tener unos objetivos claros. Por tanto es muy difícil saber cuándo se puede considerar que el proyecto ha cumplido su cometido.
Esto sucede de forma natural en nuestras vidas, tan frecuentemente, que lo hacemos sin esfuerzo. Jugamos a emprender y por el camino aprendemos. Pero en el entorno profesional, puede suponer un costoso error. Un error de base que afecta al planteamiento del proceso y que curiosamente suele dar problemas precisamente cuando hay que tomar decisiones importantes. A fin de cuentas, si los “porqués” y los objetivos están claros, la mejor decisión será la que mejor cumpla con dichos objetivos.
Por eso la fase de ideación y planificación de un proyecto profesional es la que más esfuerzo, trabajo, investigación y reflexión requiere… esfuerzo y trabajo que, por su gran importancia, nos da una pista de por qué tantas veces queda descuidada esta importante fase de cualquier proyecto profesional que, de no estar bien resuelta, planteará problemas a medio y largo plazo.
Cuando el error se transforma en sabiduría
Si te está costando decidir, trata de recordar cómo y por qué empezó el proyecto. Ante la ausencia de objetivos o razones para terminar un proyecto puede ser útil tratar de idear unos “a toro pasado” y completamente desde cero, aunque conviene ser realista y tratar de ser fiel al espíritu del que surgió la iniciativa.
Sin embargo, cabe mencionar que una de las principales razones que nos impiden terminar los proyectos que se alargan mucho en el tiempo es que se ha perdido la motivación inicial, o el paso del tiempo ha hecho que esa motivación se desdibuje y se pierda. Puede que el propio desarrollo del proyecto haya modificado la perspectiva de las personas que trabajaron en él convirtiéndolo en algo ya obsoleto. En ese sentido, quizá el proceso haya sido más útil de lo que parece.
Ante situaciones como estas caben todas las respuestas humanas. Desde nuestro punto de vista, aprender de la situación es imperativo. Establecer medidas para que no vuelva a suceder suele ser buena idea. Revisar los procesos creativos y/o las motivaciones que hay detrás del proyecto puede resultar saludable. Pero la decisión más difícil es saber si merece la pena dar luz verde a un trabajo sin una verdadera motivación o es mejor que sirva de abono para iniciativas mejor planteadas.
Tener buenas ideas vs. tomar buenas decisiones
Nuestra perspectiva después de años sacando proyectos adelante es que, tener buenas ideas es muy importante, pero lo que hace que un proyecto salga adelante es la capaz de visualizar los detalles y tomar decisiones. Grandes y pequeñas, aunque a veces esas decisiones sean difíciles, comprometidas, aparentemente banales o irremediablemente imperfectas.
Nuestro consejo, siempre, es tomarse el tiempo de escucharse a uno mismo, meditar y adquirir consciencia de lo inconsciente para dar un paso adelante. Atrévete a despejar el camino y confía en tu capacidad para enfrentar los desafíos que puedan surgir. O en 3 palabras
¡Decide y vencerás!